miércoles, 25 de diciembre de 2013

Me liberé, gracias a Dios me liberé.

La veo y no la reconozco. No es la misma. La maravillosa mujer que conocí y me encantó ya no está. Se perdió y me duele no encontrarla mas. Ella dejó de hablarme igual, de mirarme igual, de quererme igual. Y empezó a comportarse fría, seria, antipática. Ya no me llamaba ni me contestaba igual por el chat. Y regresó a vivir con su esposo. Juan y yo nos llevamos bien, la mayoría de veces, ahora, sin razón me habla poco, sólo saluda y me eliminó de su lista de amigos de redes sociales. Me pareció raro porque siempre comentaba sus publicaciones por internet y en cuánto pude, le pregunté porque lo hizo. Y no pudo darme respuesta. Me agregó en ese momento otra vez, para mas tarde volverme a eliminar. A buen entendedor, pocas palabras.
No entiendo en que momento todo se rompió. Ella simplemente se alejó. Y lo hizo de la peor manera, se portó desleal conmigo, poniéndome trabas en mi trabajo, y de la forma mas vil adjudicarse mi proyectos como suyos. Me robó. Y sin verguenza. Juan, su esposo, tuvo la cara de decirme que eran gajes del oficio. Nunca me había sentido tan molesta, triste, decepcionada como aquel día. Y ese día ella dejó de ser ella. La pude reconocer tal como es, como siempre había sido, pero que nunca antes había querido aceptar. Dejamos de hablar, de saludarnos, de mirarnos. Sólo verla me causaba repulsión. La eliminé. Me eliminó.

Ya va a ser 1 año de eso y cada día que pasa me siento mas libre. Ahora entiendo que siempre fue una idea de mi cabeza. Todos la conocían tal cual y yo era la única que me negaba a hacerlo. Sigue trabajando en mi oficina pero para mí su presencia es mas insignificante que un letrero de la pared. Simplemente, invisible. Y eso me libera.



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